15/8/12

Roberto Bolaño escribe otra vez

Roberto Bolaño caminaba por el Paseo del Mar cuando todavía se hablaba en pesetas. Escribía para el Diari de Girona y conversaba con Jorge Herralde, su editor. Vivió y termino sus días en el Carrer de L'Or, a la vuelta de donde también nosotros nos afincamos. Allí cerca, mi familia y yo encontramos un hogar en la casa de un viejo pescador, a la vera de la muralla, hoy imaginaria, que rodea el Convento y la Iglesia. Sus hijos asistieron, como los míos, a la Escuela Joaquim Ruyra. Somos, con Bolaño y con gente de 30 comunidades que pueblan Blanes, parte de un destierro elegido. No nos matan si volvemos, como sucedía con la generación anterior de exiliados. Pero tampoco regresamos. Es que no hay dónde regresar, porque nunca se regresa, solo se viaja en el tiempo.
Desde lo alto del Castillo de San Juan, en Blanes, lo veo: Roberto Bolaño baja de nuevo las escaleras desde la iglesia, vuelve al Paseo del Mar por las calles angostas de la ciudad vieja. Me sumerjo en ese paisaje que Bolaño dejó cuando falleció, en julio del 2003. Diviso a los poetas, narradores y suicidas que el escritor chileno trajo a Blanes: Pasean por donde los barcos pescadores esperan salir, en la madrugada azul, cuando los niños parten a la escuela Joaquim Ruyra.
La estela de Roberto Bolaño se dibuja en el mar de Blanes. Sus parentescos y semblanzas me acercan al escritor chileno tanto como las casas de pescadores de las angostas calles de esa ciudad. La poesía de Gabriela Mistral y Nicanor Parra, la maldición adolescente de Rimbaud y Lautréamont . La grandeza de Borges, Sábato, Macedonio Fernández, Arlt. La fascinación por el crimen en los malditos norteamericanos Chester Himes y Dashell Hammet. La precisión asesina de Patricia Highsmith y la lúdica revolucionaria de Cortá
zar. El encierro sarcástico de Onetti. El patetismo de Antonio Di Benedetto, ya consagrado, presentándose a concursos literarios de ayuntamientos perdidos.
Bolaño inventó a muchos de sus contemporáneos: los poetas, los genuflexos, los locos perdidos. El mundo de sus relaciones y parentescos es, a veces, más que una constelación una pesadilla. Sobre todo cuando el laberinto nos lleva a un puzzle de nazis y suicidas. 
Como Bolaño, como tantos otros, recupero libro a libro mi biblioteca perdida en viajes y cambios de continente. La alimento con libros robados (Bolaño decia que robar libros no es delito) y cultivo un sueño: encontrar espacio para mis hijos en esta tierra. Transito el paisaje que el escritor chileno dejó. Tal vez soy un producto más de su constelación, soy parte de ella, tal vez soy solo un personaje inventado por él. Alguien que camina junto a sus poetas y sus locos por el Paseo del Mar de Blanes. Quizás, al deambular por ahí, esos poetas insomnes, esos narradores suicidas, cumplen con un cometido al que me sumo: rearmar el universo de Roberto Bolaño como un rompecabezas absurdo.

Ariel Halac - La Escala, 15-08-2012
    

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